Al atravesar la puerta y adentrarse en el aire sagrado que ha sido creado durante mil años, se encuentra un tranquilo recinto. Al recorrer el empedrado camino, aparece una escena conmovedora donde cada estatua de Buda permanece. En la sombra de un gran árbol centenario, se siente el deseo de purificar el corazón y renovar la mente.
Al pasear por el recinto, se encuentra innumerables estatuas de piedra. Después de cientos de años, estas estatuas se han fusionado naturalmente con los árboles, creando una misteriosa presencia en la base de los árboles. Se puede vislumbrar la enseñanza del budismo de aceptar todo tal como es.
Desde el salón principal hasta el santuario, se siente la majestuosidad que ha acumulado silenciosamente el paso del tiempo. Al otro lado de las puertas se extiende un lugar de oración que envuelve suavemente a los visitantes. Desde todas las estructuras, emana el alma artesanal del antiguo Japón.
En el recinto, brota agua fría y transparente. Al beber un sorbo, se siente como si estuviera absorbiendo la energía de la tierra en todo el cuerpo. Si se purifica el cuerpo con el agua del pabellón de agua, el aire fresco del bosque limpiará el cuerpo y el alma.
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